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Madeira, un Paraíso cercano

Madeira, un Paraíso cercano

Jardim Tropical Monte Palacio.   Foto de Emmanuel Parent
Jardim Tropical Monte Palacio.   Foto de Emmanuel Parent

El archipiélago de Madeira, formado por dos islas habitadas – Madeira y Porto Santo – y las reservas naturales de Ilhas Desertas y de Ilhas Selvagens, forma uno de esos destinos que te sorprende y atrapa a la vez, dándote la sensación de estar en la otra punta del mundo cuando, realmente, te encuentras a tan solo unos 400 kilómetros al Norte de Tenerife, en el Océano Atlántico.

Aunque se la conoce como el Jardín del Atlántico por su profusa y variada vegetación, es una tierra de continuos contrastes geográficos y climáticos: desde los 580 metros sobre el nivel del mar de Cabo Girao, considerado el acantilado más alto de Europa y el segundo del mundo, hasta los valles profundos tapizados con helechos y musgos; o desde las estrechas playas volcánicas y de piedra de la Isla de Madeira, hasta los casi 15 kilómetros de fina arena dorada en la playa de Porto Santo. Podremos disfrutar desde una jornada soleada y apacible en Funchal, capital de Madeira, ubicada al Sur de la Isla, hasta de los espesos bancos de niebla que atraviesas según vas subiendo hacia el Norte, dejando incluso las nubes bajo tus pies al llegar a Pico do Arieiro o Pico Ruivo… Como dicen sus propios habitantes: “en Madeira puedes disfrutar en un mismo día las cuatro estaciones del año”.

Lo que no puedes perderte en Madeira

* Hacer senderismo por algún tramo de los 2.150 kilómetros de levadas (acequias), que cruzan la isla de Norte a Sur, para descubrir el Bosque de Laurisilva, declarado Patrimonio Natural de la Humanidad en 1999, con lagunas de aguas cristalinas donde puedes bañarte. E impresionantes cascadas como la Cascada do Risco o la Cascada Véu da Noiva, con saltos de hasta 100 metros de altura, que aparecen cuando menos lo esperas.

Conocer el origen volcánico de la isla en el Centro de Vulcanismo de Sao Vicente; disfrutar de un baño diferente en las piscinas naturales de Porto Moniz, que surgen en las rocas negras con agua del mar continuamente renovada por los golpes del Océano, para acabar reponiendo fuerzas con una espetada de carne en Seixal, antiguamente ensartada en brochetas o espetas de tallos de laurel.

Sorprenderte con los colmos o palheiros de Santana, casitas triangulares con interior de madera y tejados de paja muy verticales, para favorecer el vertido del agua de las frecuentes lluvias de esta zona y, ¿por qué no?, adquirir como recuerdo artículos de cestería o paños de lino con ricos bordados, sabiendo que la calidad de los mismos depende del número de vueltas de hilo que tenga el bordado.

Colmo o palheiro en Santana.   Foto de Stephen Colebourne.
Colmo o palheiro en Santana.   Foto de Stephen Colebourne.

Retrotraerte en el tiempo en Câmara de Lobos, pueblo de pescadores y primer núcleo poblacional de la isla, donde redes y barcas se mezclan en una misma imagen con el trabajo de los pescadores limpiando y dejando a secar el sabroso “alfonsinho” (similar al bacalao), algo que atrajo la atención del mismísimo Winston Churchill, quien llegó a pintarlo durante su estancia vacacional en estas tierras. Aquí, además de las espetadas de carne en pau de lauro, deberíamos degustar las cataplanas (cazuelas de guiso de pescado), o el peixe de espada preto, pescado estrella de la cocina madeirense, de carne muy blanca y sin espinas.

Joranada diaria en Câmara de Lobos.   Foto de Emmanuel Parent.
Joranada diaria en Câmara de Lobos.  Foto de Emmanuel Parent.

Pasear por Funchal, capital de la Isla, con su animada vida diurna y nocturna, empapándonos del olor de laurel y funcho (hinojo) y los variadísimos colores de sus flores autóctonas, y sumergiéndonos en sus diferentes barrios y encantos: 

– el Puerto, con sus barcos de recreo y grandes cruceros atracados

– el Parque de Santa Catarina, en pleno centro de la ciudad y rematado en el extremo sur con la escultura sedente de Cristóbal Colón mirando a puerto

– las concurridas Piscinas do Lido de agua de mar

– la arteria comercial de Rua da Carreira y, en sus proximidades, el bullicioso Mercado dos Lavradores, con todo un mundo de sensaciones en sus abigarrados puestos distribuidos en dos plantas

– la Catedral Sé do Funchal, encalada y construida con piedra volcánica, semejante en el exterior al cercano edificio del Banco de Portugal

– el proyecto de recuperación “Arte de Portas Abertas”  en la Rua Santa Maria de la Zona Velha, impulsado por el ciudadano español Chema Montero y la Câmara Municipal (Ayuntamiento) para rehabilitar degradadas puertas antiguas de edificios y viviendas, “abriendo” la ciudad a nuevas expresiones artísticas y otros eventos culturales

Subir en teleférico a Monte, a 600 metros de altura y 4 kilómetros del centro de Funchal, en tan solo 11 minutos y con unas impresionantes panorámicas. Una vez arriba, son “de obligada visita”:

– la Igreja de Nossa Senhora do Monte y su fotografiada escalinata de acceso, Patrona de Madeira, con la tumba del Emperador Carlos I de Austria en una capilla lateral

–  el Jardim Tropical Monte Palacio y su completo museo, con 70.000 metros cuadrados de especies vegetales de todos los continentes.

– el Jardim Botánico da Madeira, con multitud de plantas importadas y autóctonas, en coloridos y cuidados parterres florales

Jardim Botánico da Madeira.    Foto de David Stanley.
Jardim Botánico da Madeira.    Foto de David Stanley.

Y, si la subida en teleférico fue cómoda y rápida, la bajada con los Carreiros do Monte es la experiencia más original: son unos mozos con sombrero de paja, vestidos de blanco y sobre-camisa oscura que, aprovechando las cuestas, conducen a los viajeros calle abajo sentados en unos cestos de mimbre, a modo de trineo, que dirigen con unas cuerdas y frenan con las abultadas suelas de goma de sus botas, ¡divertido! :-)

* No dejéis de probar la multitud de frutas tropicales, abundando la banana, papaya, anona o chirimoya y fruta de la pasión o maracuyá de distintos sabores; deleitaros con unas típicas lapas, el polvo con arroz (pulpo), o el bacalhau no forno, acompañándolo con bolo de caco (pan redondo cocido sobre un trozo de teja, llamado caco, que se coloca sobre las brasas); saboread un estupendo Vinho da Madeira en alguna de las centenarias y reputadas bodegas, siendo un fuerte aliciente para el atractivo turístico por la calidad de los caldos, igual que en Oportoen tierras peninsulares; familiarizaos con la poncha, la bebida por excelencia del archipiélago, a base de aguardiente de caña de azúcar, limón y miel, inventada en Câmara de Lobos y extendida ya a todos sus rincones, o la ginja, licor a base de cerezas amargas, aguardiente y azúcar.

* Y si todo este sinfín de experiencias os ha dejado exhaustos, regaláos un merecido descanso en La Isla DoradaPortosanto, donde su extensa playa, golf, actividades acuáticas y centros balnearios y de talasoterapia, con las propiedades terapéuticas de sus aguas, seguro que mejoran vuestro estado físico porque, de recarga de energías y olvido del estrés, ¡vamos sobrados con esta escapada! ;-)

 

Playa de Porto Santo, La Isla Dorada.    Foto de Aleksandra Uzelac.
Playa de Porto Santo, La Isla Dorada.    Foto de Aleksandra Uzelac.