Aquí tenemos una gran verdad : ¡cada uno está en su casa, el extranjero es el que viene de fuera!

Cuando estamos de viaje, observamos todo lo que vemos casi como si fuera un trabajo de estudio o si descubriéramos unas costumbres totalmente inexplicables cuando en realidad, quizás seamos nosotros los que somos dignos de observación. Deberíamos aprender a entrar en otros países de puntillas y sobre todo muy respetuosos de las costumbres ajenas, aunque, a menudo, el desconcierto o los malentendidos vienen del desconocimiento… Aún recuerdo en mi primer viaje a Italia (¡hace muchos años!) de la indignación de uno de nuestros acompañantes cuando descubrió al pagar la cuenta que el pan tenía sobrecargo. “¡Es que a mi nadie me ha avisado!”. ¿Y porqué iban a a avisarnos si era una práctica común en toda Italia? Somos los que viajamos los que nos tenemos que adaptar al país que visitamos y no al contrario.

Aunque viendo algunas costas españolas no deja de dar pena que vayan despareciendo muchos chiringuitos de la zona para dejar paso a establecimientos donde los alemanes pueden comer las mismas salchichas que en su casa o los ingleses sus judías con tomates para desayunar. Entonces, ¿para qué viajar? Será solo para enseñar fotos y moreno playero a la vuelta…